Bienvenidos una semana más a En el drama de mi vida, ya ni tengo que daros las gracias por estar de nuevo esperando mi nueva entrada porque sé que no me fallaréis. Os adoro.
En estos momentos me siento realmente indignada porque... ¿Nunca os ha pasado que estabas tomándote algo y quien se encuentra a tu lado te dice que eso es malísimo, que no deberías tomarlo y te envía un par de enlaces donde se afirman sus ideas y que tras verlos no entiendes cómo puedes seguir vivo?
Pues eso.
Pero no es el tema de hoy, otro día quizás, y tampoco lo es el hecho de que durante el último fin de semana casi pierdo un dedo del pie, ¿el típico golpe con la pata de un sillón?
Pero no temáis porque ya puedo cojear con normalidad, aunque os confieso que cada mañana me levanto con inquietud para ver a qué color ha mutado mi meñique. Por supuesto me veo en la necesidad de fotografiarlo y compartirlo con mis contactos de whatsapp, se que a veces roza lo desagradable pero ¿de qué sirve hacerse daño si no puedo quejarme?
Más allá del dolor y lo estúpido que te sientes andando como si a Chiquito de la Calzada se le hubiera subido un gemelo, lo peor ocurre cuando tienes que enfrentarte tu con tu cojera al mundo exterior donde por verte joven (aunque cojeando y con cara de "me duele mucho") nadie se molestará en dejarte subir en el autobús sin empujarte para quedarse con el único sitio libre, o en evitar mirarte mal si finalmente tus codos han luchado más que los suyos y has conseguido el ansiado asiento. El próximo día me pongo este chaleco.
Que digo yo, ¿qué necesidad tiene una señora de unos 100 años (así a ojo) en subirse a un autobús de linea a las ocho de la mañana? Señora, pida cita con el médico un poco más tarde y así elegirá asiento porque que me juego mi mano izquierda a que no tiene nada mejor que hacer en toda la semana.
Esta vez estoy más filosófica y os quiero hablar de las relaciones en general, más concretamente de las diferentes definiciones de amistad que existen. Cuando eres pequeño cualquiera que compartiera contigo sus juguetes en el recreo pasaba a ser tu amigo del alma, pero con la misma facilidad al día siguiente se podía convertir en tu archienemigo.
Pasan los años y vas definiendo a los mejores amigos, esos que te han visto en tus momentos más humillantes y aún así te siguen mirando a la cara y haciendo como que te conocen.
Es un concepto difícil de establecer sobre todo por culpa de los que abusan de él, ¿por qué hay gente que sigue estancada en la niñez y cambia de mejor amigo cada mes? También suelen encontrar el amor de su vida varias veces al año, deben venir con alguna tara.
Volviendo a los mejores amigos, a medida que pasa el tiempo te vas dando cuenta que los mayores tenían razón con eso de que se cuentan con los dedos de una mano y aún así sobran dedos (uff es hablar de dedos y me entra un dolor...).
Entonces ¿qué son el resto de personas que conoces? Por un lado tenemos a los compañeros de colegio/instituto/universidad/vamos-a-dejarlo-en-compañeros-de-clase de los que, curiosamente te sabes el nombre completo con los dos apellidos pero no sabrías nada si no existiera Facebook. Hay que reconocerlo, están ahí para cotillear y comparar sus vidas con la nuestra: que mira cómo ha engordado, ¿ya tiene un hijo?, qué pareja más horrorosa tiene, tan buenas notas en el colegio y fíjate que carrerilla ha hecho... Y así nos podemos pasar una tarde entera, si no ¿para que aceptaste su invitación de amistad?
Por otro lado está ese grupo de amigos que seguiste conservando por un tiempo tras finalizar los estudios, por lo general te llevas con dos personas y el resto forman parte de subgrupos a los que les podía partir un rayo y tu vida seguiría sin variaciones. Todos suelen coincidir una vez al año en la cena de navidad en la que el tema de conversación es hablar de qué tal te va en el trabajo para finalizar prometiendo que este año si nos vemos más, aunque en la mente de cada uno se sabe que si no se queda más es porque a nadie le apetece, así que volverás a ver a los dos de siempre y punto.
¿Y esos amigos-de-cañas? Yo los llamo así porque se parecen al grupo anterior (sólo quedas periódicamente con un par a lo sumo) pero les ves con más asiduidad porque de vez en cuando alguien propone quedar a tomar unas cervezas. Con este grupo también surge a veces algún viaje en verano en el que, por unos días, experimentas la denominada "exaltación de la amistad" para recuperar el estado original en cuanto pones un pie en tu ciudad.
¿Qué decir de esas personas que te llaman/escriben para contarte sus penas y cuando les propones quedar a tomar algo te responden con un "no se si alguno de los 100 días que me propones podré, te voy avisando" pero luego nunca avisan? A los pocos días vuelven a llamarte como si nada: "¿Qué pasa amigo?"
¿Yo? Más bien deberías llamarme "el que se come tus penas para que puedas divertirte con otros" piensas muy dignamente mientras tarareas
Al final, como dije en un principio, amigos de verdad existen muy pocos así que más vale cuidarlos bien, como vosotros debéis cuidarme a mí. Nos vemos la próxima semana
Pues eso.
Pero no es el tema de hoy, otro día quizás, y tampoco lo es el hecho de que durante el último fin de semana casi pierdo un dedo del pie, ¿el típico golpe con la pata de un sillón?
Pero no temáis porque ya puedo cojear con normalidad, aunque os confieso que cada mañana me levanto con inquietud para ver a qué color ha mutado mi meñique. Por supuesto me veo en la necesidad de fotografiarlo y compartirlo con mis contactos de whatsapp, se que a veces roza lo desagradable pero ¿de qué sirve hacerse daño si no puedo quejarme?
Más allá del dolor y lo estúpido que te sientes andando como si a Chiquito de la Calzada se le hubiera subido un gemelo, lo peor ocurre cuando tienes que enfrentarte tu con tu cojera al mundo exterior donde por verte joven (aunque cojeando y con cara de "me duele mucho") nadie se molestará en dejarte subir en el autobús sin empujarte para quedarse con el único sitio libre, o en evitar mirarte mal si finalmente tus codos han luchado más que los suyos y has conseguido el ansiado asiento. El próximo día me pongo este chaleco.
Que digo yo, ¿qué necesidad tiene una señora de unos 100 años (así a ojo) en subirse a un autobús de linea a las ocho de la mañana? Señora, pida cita con el médico un poco más tarde y así elegirá asiento porque que me juego mi mano izquierda a que no tiene nada mejor que hacer en toda la semana.
Esta vez estoy más filosófica y os quiero hablar de las relaciones en general, más concretamente de las diferentes definiciones de amistad que existen. Cuando eres pequeño cualquiera que compartiera contigo sus juguetes en el recreo pasaba a ser tu amigo del alma, pero con la misma facilidad al día siguiente se podía convertir en tu archienemigo.
Pasan los años y vas definiendo a los mejores amigos, esos que te han visto en tus momentos más humillantes y aún así te siguen mirando a la cara y haciendo como que te conocen.
Volviendo a los mejores amigos, a medida que pasa el tiempo te vas dando cuenta que los mayores tenían razón con eso de que se cuentan con los dedos de una mano y aún así sobran dedos (uff es hablar de dedos y me entra un dolor...).
Entonces ¿qué son el resto de personas que conoces? Por un lado tenemos a los compañeros de colegio/instituto/universidad/vamos-a-dejarlo-en-compañeros-de-clase de los que, curiosamente te sabes el nombre completo con los dos apellidos pero no sabrías nada si no existiera Facebook. Hay que reconocerlo, están ahí para cotillear y comparar sus vidas con la nuestra: que mira cómo ha engordado, ¿ya tiene un hijo?, qué pareja más horrorosa tiene, tan buenas notas en el colegio y fíjate que carrerilla ha hecho... Y así nos podemos pasar una tarde entera, si no ¿para que aceptaste su invitación de amistad?
Por otro lado está ese grupo de amigos que seguiste conservando por un tiempo tras finalizar los estudios, por lo general te llevas con dos personas y el resto forman parte de subgrupos a los que les podía partir un rayo y tu vida seguiría sin variaciones. Todos suelen coincidir una vez al año en la cena de navidad en la que el tema de conversación es hablar de qué tal te va en el trabajo para finalizar prometiendo que este año si nos vemos más, aunque en la mente de cada uno se sabe que si no se queda más es porque a nadie le apetece, así que volverás a ver a los dos de siempre y punto.
¿Y esos amigos-de-cañas? Yo los llamo así porque se parecen al grupo anterior (sólo quedas periódicamente con un par a lo sumo) pero les ves con más asiduidad porque de vez en cuando alguien propone quedar a tomar unas cervezas. Con este grupo también surge a veces algún viaje en verano en el que, por unos días, experimentas la denominada "exaltación de la amistad" para recuperar el estado original en cuanto pones un pie en tu ciudad.
¿Qué decir de esas personas que te llaman/escriben para contarte sus penas y cuando les propones quedar a tomar algo te responden con un "no se si alguno de los 100 días que me propones podré, te voy avisando" pero luego nunca avisan? A los pocos días vuelven a llamarte como si nada: "¿Qué pasa amigo?"
¿Yo? Más bien deberías llamarme "el que se come tus penas para que puedas divertirte con otros" piensas muy dignamente mientras tarareas
No hay comentarios:
Publicar un comentario