lunes, 25 de febrero de 2013

¡Ay qué malita estoy! (II)

La anterior entrada fue publicada con retraso y, como iban a pasar muy poquitos días hasta la próxima (es decir, esta) se me ocurrió experimentar creando una doble-entrada-que-en-realidad-es-una. Aún no termino de ver si al final será más de lo mismo contado dos veces o por el contrario lograré plasmar lo que en mi cabeza tiene todo el sentido del mundo... que sea lo que Dios quiera. Como se que os encontráis en un estado de confusión tras mi nueva ocurrencia, imaginaré una hipotética conversación entre vosotros y yo:
Vosotros: ¿De qué va esto? ¿quizás no tenías temas de que hablar y has decidido amargarnos una semana más con tus problemas intestinales?
Yo: Así que intento innovar ¿y así me lo pagáis? ¿me paso cada semana rompiéndome la cabeza para sacaros una sonrisa, y pensáis que intento alargar mi gastroenteritis porque se me han acabado los temas?

O quizás sea algo más parecido a:

Vosotros: ¡Oh querida líder que iluminas semanalmente nuestras oscuras vidas! ¿cómo es eso de que vas a crear 2 entradas que en realidad es una? ¿qué tipo de brujería es esta?
Yo: Cómo sois, de verdad.. si escribo cuatro tonterías 

La cuestión es que ya estoy curada, que estoy disfrutando con cada bocado como si fuera el último y que no dejo de hacer planes con la gente para comer o cenar, ya que no puedo pensar en otra cosa. En esta segunda parte de la entrada dedicada a las gripes, gastroenteritis y catarros en general quiero ponerme en el lado del que sufre el "mal" psicológicamente y que la mayoría de las veces es el gran olvidado de todo esto: el cuidador.

¿Alguna vez os ha tocado cuidar a vuestra pareja, un familiar o amigo? Si la respuesta es que si sabréis que por una parte lo haces porque quieres que esa  persona se recupere, pero por otro lado ¡¡es un auténtico infierno!!

Cuando me toca hacer el rol de cuidadora vivo con el miedo constante de contagiarme, aunque se que es todo psicológico, empiezo a notar los síntomas con los que días antes empezó mi "enfermo" y cuando te percatas del resultado que ha provocado en esa persona y te imaginas así en un breve periodo de tiempo con todas las cosas que tienes que hacer y por fin que habías conseguido que el enfermo se curara... ¿no sentís el mismo agobio que yo?
Imagino que el rol de cuidador variará según te toque acompañar a un niño, a un adulto o a un hombre. Si, he separado a los hombres porque (ay! creo que esta entrada me va a crear algún que otro detractor... ) cuidad a uno de ellos es para echarle muuuuuucha paciencia.

El otro día vi la siguiente viñeta y, sin ánimo de generalizar, me hizo muchísima gracia porque expresa lo que gran parte del sector femenino (y parte del masculino) piensa:
Pero como no quiero que mis lectores de género masculino se sientan ofendidos (¡lo siento chicos!) no meteré más el dedo en la herida. 

Para finalizar, si os ponéis malos espero que recordéis varios puntos importantes: 
  • Si estás mal del estómago, sólo saldrán planes para comer.
  • Prueba el membrillo si aún no lo has hecho.
  • Si tienes un catarro o fiebre, a la gente le parecerá un momento ideal para hacer planes en exteriores
  • Si te quedas en casa, no pongas la televisión hasta las 14 h. a no ser que tengas a mano una película o serie. Mejor échate a dormir.
  • Si te toca cuidar a un hombre, ¡ánimo compañera!
  • Y el próximo domingo, no olvides entrar en este blog para descubrir qué se me ha ocurrido esta semana.
¡Gracias por leerme!

1 comentario:

  1. Jijijijiji, espe muy bueno y lo peor de lo peor, es tener a dieguete malo.

    ResponderEliminar