lunes, 31 de marzo de 2014

Relaciones sin sentimientos

Bienvenidos una semana más a En el drama de mi vida, ya ni tengo que daros las gracias por estar de nuevo esperando mi nueva entrada porque sé que no me fallaréis. Os adoro.
En estos momentos me siento realmente indignada porque... ¿Nunca os ha pasado que estabas tomándote algo y quien se encuentra a tu lado te dice que eso es malísimo, que no deberías tomarlo y te envía un par de enlaces donde se afirman sus ideas y que tras verlos no entiendes cómo puedes seguir vivo?
Pues eso.

Pero no es el tema de hoy, otro día quizás, y tampoco lo es el hecho de que durante el último fin de semana casi pierdo un dedo del pie, ¿el típico golpe con la pata de un sillón?
Pero no temáis porque ya puedo cojear con normalidad, aunque os confieso que cada mañana me levanto con inquietud para ver a qué color ha mutado mi meñique. Por supuesto me veo en la necesidad de fotografiarlo y compartirlo con mis contactos de whatsapp, se que a veces roza lo desagradable pero ¿de qué sirve hacerse daño si no puedo quejarme?

Más allá del dolor y lo estúpido que te sientes andando como si a Chiquito de la Calzada se le hubiera subido un gemelo, lo peor ocurre cuando tienes que enfrentarte tu con tu cojera al mundo exterior donde por verte joven (aunque cojeando y con cara de "me duele mucho") nadie se molestará en dejarte subir en el autobús sin empujarte  para quedarse con el único sitio libre, o en evitar mirarte mal si finalmente tus codos han luchado más que los suyos y has conseguido el ansiado asiento. El próximo día me pongo este chaleco.
Que digo yo, ¿qué necesidad tiene una señora de unos 100 años (así a ojo) en subirse a un autobús de linea a las ocho de la mañana? Señora, pida cita con el médico un poco más tarde y así elegirá asiento porque que me juego mi mano izquierda a que no tiene nada mejor que hacer en toda la semana.

Esta vez estoy más filosófica y os quiero hablar de las relaciones en general, más concretamente de las diferentes definiciones de amistad que existen. Cuando eres pequeño cualquiera que compartiera contigo sus juguetes en el recreo pasaba a ser tu amigo del alma, pero con la misma facilidad al día siguiente se podía convertir en tu archienemigo.
Pasan los años y vas definiendo a los mejores amigos, esos que te han visto en tus momentos más humillantes y aún así te siguen mirando a la cara y haciendo como que te conocen.
Es un concepto difícil de establecer sobre todo por culpa de los que abusan de él, ¿por qué hay gente que sigue estancada en la niñez y cambia de mejor amigo cada mes? También suelen encontrar el amor de su vida varias veces al año, deben venir con alguna tara.

Volviendo a los mejores amigos, a medida que pasa el tiempo te vas dando cuenta que los mayores tenían razón con eso de que se cuentan con los dedos de una mano y aún así sobran dedos (uff es hablar de dedos y me entra un dolor...).
Entonces ¿qué son el resto de personas que conoces? Por un lado tenemos a los compañeros de colegio/instituto/universidad/vamos-a-dejarlo-en-compañeros-de-clase de los que, curiosamente te sabes el nombre completo con los dos apellidos pero no sabrías nada si no existiera Facebook. Hay que reconocerlo, están ahí para cotillear y comparar sus vidas con la nuestra: que mira cómo ha engordado, ¿ya tiene un hijo?, qué pareja más horrorosa tiene, tan buenas notas en el colegio y fíjate que carrerilla ha hecho... Y así nos podemos pasar una tarde entera, si no ¿para que aceptaste su invitación de amistad?
Por otro lado está ese grupo de amigos que seguiste conservando por un tiempo tras finalizar los estudios, por lo general  te llevas con dos personas y el resto forman parte de subgrupos a los que les podía partir un rayo y tu vida seguiría sin variaciones. Todos suelen coincidir una vez al año en la cena de navidad en la que el tema de conversación es hablar de qué tal te va en el trabajo para finalizar prometiendo que este año si nos vemos más, aunque en la mente de cada uno se sabe que si no se queda más es porque a nadie le apetece, así que volverás a ver a los dos de siempre y punto.

¿Y esos amigos-de-cañas? Yo los llamo así porque se parecen al grupo anterior (sólo quedas periódicamente con un par a lo sumo) pero les ves con más asiduidad porque de vez en cuando alguien propone quedar a tomar unas cervezas. Con este grupo también surge a veces algún viaje en verano en el que, por unos días, experimentas la denominada "exaltación de la amistad" para recuperar el estado original en cuanto pones un pie en tu ciudad.
¿Qué decir de esas personas que te llaman/escriben para contarte sus penas y cuando les propones quedar a tomar algo te responden con un "no se si alguno de los 100 días que me propones podré, te voy avisando" pero luego nunca avisan? A los pocos días vuelven a llamarte como si nada: "¿Qué pasa amigo?"
¿Yo? Más bien deberías llamarme "el que se come tus penas para que puedas divertirte con otros" piensas muy dignamente mientras tarareas
Al final, como dije en un principio, amigos de verdad existen muy pocos así que más vale cuidarlos bien, como vosotros debéis cuidarme a mí. Nos vemos la próxima semana 

lunes, 24 de marzo de 2014

Mis breves vacaciones

Bienvenidos una semana más a En el drama de mi vida, me alegra veros de vuelta aunque a veces reconozco no piense así... No os enfadéis, no es lo que parece.
Antes de todo vuelvo a disculparme, aunque no tengo perdón de Dios, por no publicar el domingo tal y como debería, pero la muerte de Adolfo Suárez me introdujo en una espiral de especiales televisivos que me adujeron hasta la extenuación y a cenar a las 11 de la noche. Por cierto, quiero creer que esta noticia es falsa.

No me voy por las ramas, otra cosa que me encanta, y comienzo a contaros sin más demora. Después de tantas entradas mi vida no es tan interesante como podéis imaginar leyendo todo lo que me ocurre, así que muchas veces me siento frente al papel en blanco porque si, soy de esos bichos raros que aún escribe a mano...
Y soy incapaz de escribir más allá del saludo y porque siempre comienzo de la misma manera.

Esta semana me estaba pasando algo similar, se me ocurrían temas pero no lograba sacar de ellos algo que mereciera la pena ser publicado por breve, insulso o ambas cosas a la vez. Pero el destino no iba a permitir eso ¿verdad? debe ser que él también me lee y rápidamente puso solución a mi falta de ideas.

El año pasado (no me estoy volviendo a enrollar, os prometo que tiene sentido con la historia de hoy) por alguna locura transitoria que aún no termino de comprender,  dejé por gastar dos días de vacaciones porque no sé, a lo mejor el síndrome de Estocolmo me invadió y no fui capaz de perder por unos días a esos jefes y correos electrónicos metiendo prisa y cambiando la prioridad de las tareas de manera aleatoria.
A lo que iba, hará cosa de un mes recibí (cosa rara) una grata noticia del departamento de recursos humanos ya que tenía la obligación de tomar esos dos días antes del 31 de Marzo. Y yo con mis obligaciones soy la más formal.

Llevaba días preparando qué iba a hacer durante mis breves vacaciones, soy de ese tipo de persona que "se le cae la casa encima" aunque tenía que asumir que, el jueves y viernes de la pasada semana lo más normal es que salvo los parados y los que teletrabajan, todos los demás acudirían a su puesto de trabajo como cualquier otro día. Bueno daba igual: saldría a correr con el parque vacío, me iría de compras porque no tengo nada que ponerme, acabaría convenciendo a algún amigo estudiante para quedar a comer...
El jueves por la mañana me desperté poco antes de las nueve de la mañana (¡¡maldito reloj interno!!) y encendí mi teléfono móvil para ponerme al día con las noticias y redes sociales. Lo primero que noté, aún entre bostezos y legañas, es que el wifi de mi casa no funcionaba correctamente. Debí prever que eso que eso era un mero aviso de lo que me esperaba así que cabreada me dirigí al servicio para que el agua me despertara y así poder pelearme con el router tranquilamente.
Cuál fue mi sorpresa cuando al abrir el grifo únicamente cayeron de él tres gotas mal contadas ¡lo que me faltaba! Lo primero que hice fue caer en pánico: "¡¡Nos han cortado el agua!!" para pasar a la fase de lamento: "¿Por qué todo lo malo me pasa a mí?" y terminar publicándolo en Facebook para recibir la compasión de mis contactos. Tras salir del shock inicial y ponerme mis mejores galas para preguntar al conserje que qué manera era esa de joderme estropearme las vacaciones
Volví a mi diminuta morada sabiendo que una avería había dejado a mi barrio sin agua corriente y que se arreglaría en un intervalo de cuatro a ocho horas...  Vamos que eso y nada era lo mismo, pero el señor conserje no tenía la culpa así que puse mi mejor sonrisa falsa a la vez que le agradecía la información-que-no-me-sirvió-de-nada que me había proporcionado, eso si, con mucha amabilidad.
Volví al estado de lamento en cuanto me di cuenta que no podía hacerme ni un miserable café mientras no saliera nada potable por el grifo, y ya ni os digo lo que tuve que racionar mis visitas al baño ¿Os podéis creer lo que dependemos del agua corriente? En ese momento pasé al modo reflexivo acerca de la suerte que tenemos en el primer mundo por tener agua corriente. Menos mal que desde aquella semana que pasé con el baño estropeado en mi pisito jamás falta un paquete de toallitas jabonosas, pero con eso no iría muy lejos y menos si esa mañana había decidido que saldría a correr.

Una hora después me estaba desplazando a casa de mi padre con mi kit de ducha: toalla, jabón, champú, cosas varias para mi cuidado capilar, las deportivas para correr...
Con el peso que llevaba si por algún casual hubiera caído al suelo, mi situación hubiera sido similar a si le das la vuelta a una tortuga...
Cuando horas después regresé a mi casa, lo primero que hice fue abrir todos los grifos para asegurarme que mi casa había dejado de ser una chabola y que los técnicos
correspondientes se habían ganado el sueldo. ¡Qué felicidad! Así al día siguiente pude quemar la tarjeta feliz y despreocupada, como Dios manda.
Lo peor de unas vacaciones es el día de vuelta, sobre todo si ese día es lunes porque se te junta el síndrome postvacacional con lo miserable que me siento a comienzos de
semana. ¿Queda mucho aún para Semana Santa? Voy a averiguarlo, mientras tanto os dejo una imagen que vi hace unos días y me hizo mucha gracia.
¡Gracias por leerme!

lunes, 17 de marzo de 2014

¡Mucha mierda!

Bienvenidos una semana mas a En el drama de mi vida. Os veo repetir en cada entrada la misma cara con la que abrís un regalo, un regalo de vuestros suegros que sabéis de antemano que no os va a gustar... Pero volvéis a intentarlo por si algún año aciertan. Yo también me alegro de veros.
Desde la última publicación mi día a día se ha resumido en dar gracias a la vida por seguir aquí después de que hace unas semanas casi veo la famosa luz al final del túnel, en salir a la calle en cuanto veía un rayito de sol a ver si se me quita este blanco enfermizo, que este año no podremos hablar de sequía precisamente, y en intentar no caer en una depresión. ¿Por qué? Porque mi amado y jubilado padre se ha comprado un smartphone y, al ser la hermana pequeña e informática, tenía todas las papeletas para explicarle por qué ahora su teléfono no tiene botones.
Y así fue. 

Pensaba hablaros de ello hoy, pero pido disculpas con antelación porque el tema de esta semana sobrepasa lo escatológico así que si sois de estómago sensible estáis a tiempo de huir, luego no quiero quejas. Al tema de hoy cada uno lo llama de diferente forma, pero es algo por lo que todos y cada uno de nosotros tenemos que pasar varias veces a lo largo de la semana (o del día) aunque curiosamente se le trate con un excesivo misterio que por alguna razón yo no alcanzo a entender

No hay nada más cierto que como en casa de uno en ningún sitio, pero cuando prácticamente vives en la universidad o en la oficina y sólo vuelves para dormir... Es pura estadística que tu "momento zen" te pille donde más tiempo pasas, por mucho que te digan en la tele que el bífidus te regula el tránsito. Si ya sabéis de que os hablo y os preguntáis por qué me ha dado por esto os diré que tengo dos razones: primero porque es algo que tenía en la cabeza desde hacía tiempo pero os confieso que me daba algo de vergüenza ya que soy una señorita y como tal no hablo de cosas no aceptadas socialmente, pero por otro lado hace unos días escuché en el programa de Carlos Herrera
Que si no es vuestro líder espiritual junto con Matías Prats no se a qué estáis esperando...

A lo que iba, en su programa se comentó que habían publicado un libro titulado "Cómo hacer caca en el trabajo" y pensé que era la señal de que había llegado el momento de afrontar este tema. A continuación os dejo el podcast del programa, dura casi una hora pero si tenéis tiempo os lo recomiendo porque os vais a reír. 

En la universidad recuerdo que me importaba poco, al fin y al cabo éramos muchos y siempre te podías subir a alguna planta que estuviera más tranquila para llegar a la concentración que una tarea así requiere.
Lo malo fue al empezar a trabajar ya que en las oficinas, por lo general, hay un baño por planta compuesto por tres o cuatro habitáculos cuya puerta no suele llegar hasta el suelo cosa que no comprendí hasta que, hace poco, un amigo me contó su hazaña saliendo por ese hueco cuando se atascó el pestillo de su baño. Hubiera matado por verlo. 
Me bastaron un par de semanas para hacerme con la hora punta de los servicios, por ejemplo, entre las 15 y las 16 horas es imposible encontrar un momento de paz entre la gente cuya hora es tras el almuerzo y los que van a cepillarse los dientes. Hablando de ello, es casualidad o siempre que intento enviar algún telegrama muy urgente y entra alguien a lavarse los dientes ¿Se hace algún tipo de limpieza? Estás en el trabajo ¡demonios! con un minuto de cepillado, hilo dental y si acaso algo de enjuague yo creo que va más que de sobra ¿no? Pero vamos, que si quieres sacarte brillo vete al dentista o espera a estar tranquilamente en tu casa donde no habrá nadie sudando la gota gorda esperando a que te vayas.
Desconozco si a los hombres les ocurrirá lo mismo, pero en el baño de mujeres también es muy típico que algunas decidan que es el mejor lugar para contarse qué tal les fue el fin de semana mientras se maquillan como la que va a la boda de su único hijo.
Mientras escuchas desde el habitáculo nombrado anteriormente lo interesante que puede llegar a ser pasar una tarde de domingo en Primark, ya no imaginas la muerte lenta y dolorosa de cada una de ellas... Tu maldad hace que fantasees con verlas en la misma situación que tú, con una gastroenteritis y cuya única compañía sera una lija del 7. Y que comience el juego.
Pero ¿qué hacer cuando en plena faena entra alguien que ha decidido pasar allí su tarde? Tras un rato decides que es momento de salir de allí o morirás ahogado por tu propio olor o simplemente de viejo. Tengo comprobado que lo mejor es intentar no disimular lo evidente, él/ella lo sabe, tú lo sabes ¿por qué hacer como si nada?
Así que abres la puerta y sales con la mayor dignidad posible
Como este muchacho no, un poco más. Mientras rezas como jamás en tu vida por que quién está fuera no sea tu jefe ni el compañero que se sienta a tu lado porque, sobre todo si eres una mujer, te morirás de la vergüenza el resto del día.

Pero ¿qué ocurre cuando en vez de en el trabajo estás en casa de alguien que no es de tu extrema confianza? Cuando ya no puedes evitarlo y preguntas con algo de vergüenza dónde está el servicio, deseas con toda tu alma que este se encuentre en la otra punta de la casa para poder perderte. Pero no todo es tan sencillo como parece porque: ¿qué haces si está justo en el salón? ¿y si la puerta es tan fina como el papel higiénico que precisamente no abunda en ese cuarto de baño? ¿y si no tiene ventanas? ¿y si justo a continuación de ti decide entrar alguien más? En ese caso lo mejor es huir y desearte mucha suerte o, como dicen en el teatro, mucha mierda aunque no sea precisamente lo que necesitas.
Como lo hago yo ahora, pero sólo hasta la próxima semana. ¡Gracias por leerme!

domingo, 9 de marzo de 2014

Salas de espera

Cómo me alegra recibiros una semana más En el drama de mi vida, confieso que no entiendo cómo os sigue interesando todas y cada una de las desgracias que este mundo me hace vivir, en un futuro seré recordada como una mártir que se sacrificó para sacar una sonrisa a los demás.
¡Si es que no me merecéis! 

Muchas veces me preguntan, ya sabéis que cuando una adquiere fama y notoriedad los fans no te dejan ni respirar, si todo lo que cuento es real o fruto de una trabajada imaginación. Os prometo que cuando cada semana me paro a pensar qué os voy a contar hago memoria en algo que me haya pasado (recientemente o "el otro día" que es como yo llamo a las cosas que pasaron en un tiempo indefinido entre ayer o hace 5 años), cambio algún dato para no ofender a nadie y si acaso le incluyo algo de ficción porque, aunque cueste creerlo, mi vida no es tan emocionante como puede parecer aquí. De todas formas y a modo de resumen, la base de cada entrada es 100% real.
Tan real como el mal que asoló mi cuerpo hace unas semanas, no sabría definirlo mejor porque como ya os comenté en la entrada correspondiente, cada día me levantaba con algo nuevo así que me tocó visitar diferentes médicos en pocos días. ¿No pinta maravilloso? Lo primero fueron las urgencias del hospital, para ello me sacaron literalmente de casa porque mi cuerpo únicamente sabía temblar y sudar (siempre he sido así de incoherente) aunque para quienes me atendieron en el hospital no estaba lo suficientemente jodida mal como para atenderme en menos de 5 horas.
La razón que me motivó a cambiar mi casa por una sala de espera del hospital fue mi repentino aumento de la temperatura corporal y, sobre todo, que esta no bajaba de 38.5 llegando a dispararse cuando pasaban 2 horas de haber tomado el correspondiente paracetamol. Señores de urgencias: si estoy bien os aseguro que no me da por movilizar a media familia para que algún alma caritativa (gracias herma) me saque de mi microclima de sofá y manta para pasar mi día en una sala de urgencias que huele a persona mayor mientras supero mi tembleque en una miserable silla de plástico. Tendré otros vicios raros, pero este os aseguro que no.
Digo yo que como sólo estaba con fiebre y desorientada decidieron que con tomarme la temperatura 15 segundos (cosa que no entendí bien porque el termómetro era parecido al que yo tengo y hasta que no pasan por lo menos 3 minutos te dicen que no te lo quites) y ver que tenía 37.8 (habérmelo dejado 15 segundos más, verás qué bien) optaron por tenerme casi dos horas esperando mientras observaba con incredulidad cómo gente que había llegado después que yo (y que os prometo que muriéndose no estaban) eran atendidos mientras yo seguía postrada en aquellas sillas del infierno. Pasado ese tiempo en el que me había dado tiempo a sudar la fiebre y volver a sentir frío, me volvieron a llamar para hacerme una prueba cuyo resultado esperé otras 2 horas para ¿sabéis qué me dijeron? Que pidiera cita con el especialista y el de cabecera.
Entonces -preguntaba con incredulidad- ¿para qué he pasado aquí 5 horas?.

Al día siguiente acudí al especialista como "sabiamente" dijeron los de urgencias, al cual olvidé ir (menos mal que está cerca de mi casa y que existen los taxis) debido a mi estado de yonki con chándal y riñonera en el que me encontraba desde hacía un par de días.
Tras la consulta me recetó unas medicinas que ninguna farmacia de Madrid tenía a no ser que la encargaras con anterioridad, como dirían en el circo: ¡más difícil todavía! Aunque no me terminó de quedar claro si esa historia era verdad o es que nadie le quiere vender medicinas a un yonki por mucha receta que lleve. Aprovechando que me había quitado el pijama acudí también al médico de cabecera de la Seguridad Social, el cual me dijo para mi mayor tranquilidad que si seguía así en un par de días volviera rápidamente a urgencias. ¿A urgencias? antes visito al doctor Fofana para que me recete unas hierbas.
Aunque esta es la historia resumida, porque hasta que mi médico de cabecera me atendió pasé hora y media en la sala de espera (menudo vicio tengo) mientras un montón de jubilados se preguntaban unos a otros a qué hora tenían cita con la doctora, debe ser que lo de comparar enfermedades está pasado de moda, mientras se lamentaban de lo mucho que tarda en atender y que para pasar aquí la tarde ¿tenéis algo mejor que hacer? que no vienen. Curiosamente y por una razón que desconozco, cuando cualquiera de ellos pasaba consulta hasta pasados 30 minutos no salían de allí.
Pero estaba demasiado agotada como para hacer nada así que me limité a pensar que de aquella situación tenía que sacar una entrada del blog.

Como os iba contando hasta el día 3 de mi agonía no pude comenzar con la correspondiente medicación gracias a mi farmacéutica, con la que he entablado una gran amistad después de casi vomitarle, desmayarme y gritarle que cómo que no iba a tener esa medicina que tanto necesitaba, en tan solo 72 horas. A partir de ahí la fiebre comenzó a remitir cosa que agradecí, ya me estaba cansando de los paños en la frente y los baños en agua templada porque a mí cuando me da fiebre me da bien y en esos días mi temperatura corporal estuvo en una media de 39 grados. El último día en casa lo pude pasar tranquilamente en mi sofá, con mi batamanta (necesitáis tener una YA, es el mejor invento tras la rueda) y poniéndome al día del mundo de la farándula con los programas de la mañana.

Cuando volví a trabajar comenzó la afonía que os conté hace 2 semanas, pero la gente no se creía que aquello era lo mejor que me había pasado en toda la semana así que he decidido contarlo con el dramatismo que se merece para que todos seáis consciente de lo cerca que estuve de ver la luz.

¡Gracias por leerme!

domingo, 2 de marzo de 2014

Dime de qué presumes...

Bienvenidos una semana mas a En el drama de mi vida, donde cada semana aprendéis algo nuevo mientras dais gracias porque vuestros problemas nunca serán tan horribles como los míos.
De nada chicos.

Recuerdo, porque a veces me da por hacer memoria, que hace unos tres años me comentaron que había salido una aplicación para el móvil muy útil y con la que ahorrabas mucho dinero en sms y llamadas llamada whatsapp. Aunque en ese momento no le di mayor importancia, con el tiempo ha cambiado mi forma de comunicarme con los demás y seguramente la de todos vosotros.
Tras este breve inciso (que ya estoy como la gente mayor que de cada 3 frases 250 son anécdotas) os quería comentar que el tema de hoy salió de una conversación grupal con gente de mi familia en whatsapp, de esas en las que comienzas hablando de la ciclogénesis explosiva y terminas sacando historias ocultas entre primos, cuñados y demás. ¡Me fascina todo esto!

Como os contaba la conversación desvarió de tal manera que si Almodovar hubiera pasado por allí habría sacado el guión para al menos tres películas. Es lo que tiene ser el "fallo" (según mi padre fue muy buscada cosa que dudo...) de la casa, vivir a unos 500 kilómetros de la gran mayoría y formar parte de una familia bastante numerosa, que de repente empiezas a leer historias que te dejan reflexionando y pensando que, con semejantes antecedentes familiares, lo natural hubiera sido que en vez de trabajar como informática hubiera acabado ingresada en algún hospital psiquiátrico.
Os mata la curiosidad ¿verdad? lo noto en vuestras miradas... No os hago sufrir mas que luego os enfadáis y no volvéis, así que comienzo. Pedro, ¡atento!

Seguro que todos conocéis el típico caso de padres que narran las peripecias de sus vástagos algo exageradas. Mi familia no iba a ser menos y a mi, por ejemplo, me comparaban constantemente con mis primos: que mis padres contaban que yo tenía una media de "bien" en el trimestre, alguna de mis tías saltaba rápidamente como una loba asegurando que su pequeño ha sacado tan buena nota que el profesor de turno tuvo que llamar al Ministerio de educación para pedirles que crearan una calificación superior a la matrícula de honor porque ésta no hacía justicia para el examen de mi primo.
Con el paso de los años ese niño crece junto con la fantasía de sus progenitores y, en algunos casos, el "superdotado" de tu primo va a la universidad para estudiar Derecho. -¿Qué tal le va la carrera -preguntas inocentemente- Uy ¿no te conté? El otro día me llamó el profesor, qué digo el profesor ¡el decano! para felicitarme por el examen tan bueno que había hecho de Derecho romano... -Pero -interrumpes- ¿No lleva 4 años para aprobar esa asignatura de primero? -Hija es que el profesor que había antes era un inutil y le tenía manía, como es tan listo le corregía en clase y eso no le sentaba bien. -Más vale una retirada a tiempo -piensas mientras desapareces haciendo el moonwalk para no levantar sospechas.
Lo que yo no me explico es por qué no le han llamado a él para defender a la infanta.
Eso si termina el Bachillerato porque si no, cosa muy respetable pero entendedme que tras todos esos años aguantando las "notazas" de tu primo enterarte (porque hay cosas que quieras o no se terminan sabiendo) que acabó la secundaria con 19 años y mucho esfuerzo, sientes ganas de llevar a tu tía al pasado y cada vez que soltara un: "Pues tu primo ha sacado 20 sobresalientes" enseñarle el presente y susurrarle al oído una y otra vez el famoso refrán que da título a esta entrada.

Al fin y al cabo yo creo que el hijo es una víctima más de las tonterías de sus padres, que lo único que consiguen es crear un monstruo que se cree por encima de los demás lo que dificulta que cualquier individuo normal le soporte. En mi familia esto ha derivado a que mi primo en cuestión ha decidido que lo suyo no son las relaciones humanas y sí las animales, debe ser porque estos no hablan y no le pueden mandar al carajo porque de otra manera no me explico qué culpa tienen los pobres animalitos.

Por mí cada uno se puede aficionar a lo que le de la gana siempre y cuando se mueva dentro de la legalidad y no decida que a él lo que le llena en esta vida es ir pegando tiros, para eso ya tenemos a la primera familia.
Pero me da mucha pereza que si la vida te ha llevado a denunciar el maltrato animal te parezca una buena idea llenar tu muro de facebook de galgos ahorcados en olivos y zorros despellejados para hacer abrigos. Por favor, abstente.
Para empezar es algo cansino meterte en una red social para desconectar de todo el día y observar con aburrimiento cómo la misma persona ha compartido 15 noticias parecidas en un intervalo de cinco minutos, y por otro lado ¡es desagradable leñe!. Creo que no soy la única persona que está contra del maltrato animal pero hombre, tío petardo, que a facebook se entra a cotillear lo que hacen los demás y no a amargarte la cena con esas fotos tan desagradables. Acuéstate un ratito anda...

Antes de despedirme os dejo una noticia de un individuo que le lanzó un perro a un árbitro de fútbol, no debía estar muy contento con sus decisiones. Afortunadamente el animalito sobrevivió y la cosa no llegó a mayores, pero hombre... ni un extremo ni el otro.

¡Gracias por leerme!