Bienvenidos una semana más a En el drama de mi vida. A pesar de que ya llevamos muchos meses juntos compartiendo quejas intento buscar en cada entrada la forma de sorprenderos y que la monotonía no invada este blog, por ello cada día que os veo de vuelta me alegra saber que estoy cumpliendo mi objetivo de entretener y lo celebro.
Os debo confesar que cuando estoy triste, una cosa que me hace sentir mejor es plasmar lo que me preocupa en un papel o escribir una posible respuesta que le daría a alguien si es que me ha hecho daño y eso me quita el sueño. De ahí surgió crear este blog, en el que comparto aquello que me irrita con todo aquel que se una y desee olvidar sus miserias leyendo las mías. También he descubierto que hacer deporte me abre la mente y elimina la suciedad que me impide disfrutar de lo realmente importante, pero esto es algo de lo que os hablaré con más calma porque os aseguro que no tiene desperdicio.
Todos estos métodos que utilizo para relajarme pierden cualquier sentido si entro en algún centro comercial (o como prefiero llamarlos: centro criminal) ¡¡no los soporto!!
Es que es entrar en ellos y noto cómo la ira va subiendo por mi cuerpo hasta que la más mínima estupidez hace que toda esa rabia salga de forma descontrolada.
Lo primero que te encuentras es la zona para aparcar, porque por lo general suelen estar a la afueras, donde el agobio se apodera de mí y me hace pensar si me encuentro ante la nueva versión del juego de las sillas. Yo no veo más que coches dando vueltas, ningún sitio porque aquello que lo parece es un Smart o una plaza para minusválidos ¿a qué minusválido se le ocurre meterse en esa ratonera? por no olvidar los vehículos parados en doble fila por si en algún momento a alguien le da por salir y así poder ocupar rápidamente el hueco.
Algún día acabaré aparcando así, avisado queda.
Todo esto me ha reflexionar: por ahora no he decidido reproducirme ya que estoy esperando a que el mundo esté preparado para ello pero imagino a aquellos que tengan hijos, los hayan criado dándoles lo mejor y ahora tienen que observar con impotencia cómo su pequeña obra pasa sus días libres en un centro comercial parado en doble fila para aparcar...Tiene que ser muy deprimente ¿no?
Si has soportado la desesperación de dar vueltas durante horas hasta apartar tu coche, ahora te toca dar el siguiente paso que no menos importante: entrar. Cuando consigues volver a ver después de ser deslumbrado por tanta luz descubres a una marabunta de personas andando sin ningún tipo de orden por pasillos que se entrelazan entre ellos alojando comercios de todo tipo, desde donde se incita aun consumo absurdo y sin necesidad.
Yo acudo a un centro comercial porque hay que reconocer que abren hasta horas intespectivas y que al juntar todas las tiendas en un mismo espacio es más cómo ir de compras, así que cuando tengo que hacer la compra a las nueve de la noche o cuando hace 3 grados bajo cero confieso que la necesidad me hace entrar en ellos. Pero hay gente cuyo plan de ocio un sábado es pasear por esos pasillos inmensos llenos de luces, ¿van a comprar algo? ¡jamás! ¿entonces por qué se pasan allí horas? para pasear, simplemente. Si te apetece desperdiciar tu tiempo allí lo respeto porque te supongo un adulto que es responsable de sus decisiones, pero lo que nunca comprenderé es a quienes hacen partícipe de ese agobio a sus hijos, y menos cuando estos aún no son capaces de sujetar su propia cabeza.
Es algo que veo muy a menudo en estas grandes superficies y que creo que jamás llegaré a comprender, entiendo que muchas veces no sabes dónde ir con los niños pero sinceramente: ¿un lugar lleno de gente que anda sin control, con ruido. luces y demás elementos desagradables es el mejor lugar para un lactante? Aunque he de reconocer que un buen cochecito de bebé es la mejor arma para abrirse camino por pasillos llenos de gente, habrá que hacerse con uno...
¡Uy qué tarde! y yo sin hacer la compra, me marcho rápido a ver si hoy consigo aparcar a menos de un kilómetro de la entrada.
¡Gracias por leerme!
Es que es entrar en ellos y noto cómo la ira va subiendo por mi cuerpo hasta que la más mínima estupidez hace que toda esa rabia salga de forma descontrolada.
Lo primero que te encuentras es la zona para aparcar, porque por lo general suelen estar a la afueras, donde el agobio se apodera de mí y me hace pensar si me encuentro ante la nueva versión del juego de las sillas. Yo no veo más que coches dando vueltas, ningún sitio porque aquello que lo parece es un Smart o una plaza para minusválidos ¿a qué minusválido se le ocurre meterse en esa ratonera? por no olvidar los vehículos parados en doble fila por si en algún momento a alguien le da por salir y así poder ocupar rápidamente el hueco.
Algún día acabaré aparcando así, avisado queda.
Todo esto me ha reflexionar: por ahora no he decidido reproducirme ya que estoy esperando a que el mundo esté preparado para ello pero imagino a aquellos que tengan hijos, los hayan criado dándoles lo mejor y ahora tienen que observar con impotencia cómo su pequeña obra pasa sus días libres en un centro comercial parado en doble fila para aparcar...Tiene que ser muy deprimente ¿no?
Si has soportado la desesperación de dar vueltas durante horas hasta apartar tu coche, ahora te toca dar el siguiente paso que no menos importante: entrar. Cuando consigues volver a ver después de ser deslumbrado por tanta luz descubres a una marabunta de personas andando sin ningún tipo de orden por pasillos que se entrelazan entre ellos alojando comercios de todo tipo, desde donde se incita aun consumo absurdo y sin necesidad.
Yo acudo a un centro comercial porque hay que reconocer que abren hasta horas intespectivas y que al juntar todas las tiendas en un mismo espacio es más cómo ir de compras, así que cuando tengo que hacer la compra a las nueve de la noche o cuando hace 3 grados bajo cero confieso que la necesidad me hace entrar en ellos. Pero hay gente cuyo plan de ocio un sábado es pasear por esos pasillos inmensos llenos de luces, ¿van a comprar algo? ¡jamás! ¿entonces por qué se pasan allí horas? para pasear, simplemente. Si te apetece desperdiciar tu tiempo allí lo respeto porque te supongo un adulto que es responsable de sus decisiones, pero lo que nunca comprenderé es a quienes hacen partícipe de ese agobio a sus hijos, y menos cuando estos aún no son capaces de sujetar su propia cabeza.
Es algo que veo muy a menudo en estas grandes superficies y que creo que jamás llegaré a comprender, entiendo que muchas veces no sabes dónde ir con los niños pero sinceramente: ¿un lugar lleno de gente que anda sin control, con ruido. luces y demás elementos desagradables es el mejor lugar para un lactante? Aunque he de reconocer que un buen cochecito de bebé es la mejor arma para abrirse camino por pasillos llenos de gente, habrá que hacerse con uno...
¡Uy qué tarde! y yo sin hacer la compra, me marcho rápido a ver si hoy consigo aparcar a menos de un kilómetro de la entrada.
¡Gracias por leerme!
No hay comentarios:
Publicar un comentario