lunes, 26 de agosto de 2013

Dramas cinéfilos

Bienvenidos una semana más a la única motivación de vuestras vidas, a lo único que no os ha fallado en Agosto y que por fin ha conseguido sacaros una sonrisa un lunes por la mañana, y esto no es otra cosa que “En el drama de mi vida” 
Nunca pensé que diría esto pero estoy deseando que esta semana pase rápido para que la vida vuelva a la ciudad, siento si sois uno de esos que veranean en agosto y estáis a punto de entrar en el temido síndrome post-vacacional, pero yo me aburro como una ostra así que id preparando vuestras fotos de la playa porque las necesitaréis cuando os dé la crisis (que os dará…).
Matías volvió al telediario de las 21 horas (toma ejemplo Carlos Herrera y ¡¡vuelve ya!!) y mi adicción al programa “Empeños a lo bestia” está alcanzando un punto enfermizo (tenéis que verlo, en serio) por no hablar de mi programa preferido de los domingos por la noche: “Policías en acción” el cual también os recomiendo fervientemente. Pero las tardes libres de la jornada intensiva no se completan sólo con televisión y siestas de pijama y orinal
Así que el otro día decidí que iba a ir al cine. Vale que el precio de las entradas se haya subido hasta convertirse en un lujo pero también es una buena excusa para pasar 2 horas entretenido,  sin pasar una gota de calor y comiendo como si no hubiera mañana. ¿Por qué nos llevamos tanta comida para tan poco tiempo? Esto me recuerda a cuando haces un viaje de hora y media pero no puedes salir sin tus bocatas y tu botella de agua de 2 litros, no vaya a ser que en 90 minutos caigas desfallecido. Prometo investigarlo y contároslo. 
La cuestión es que me encontraba en la sala de cine, con mi bebida y mi bandejita de nachos, cuando empiezan los temidos “trailers”, ¿alguien me explica qué sentido tiene contar una película entera en 5 minutos? ¿Los señores que hacen los “trailers” de verdad piensan que si ya sé cómo va a acabar su película voy a gastarme 9 euros en que me cuenten lo mismo pero en más tiempo? Parece que nadie se lo ha planteado, menos mal que estoy yo aquí para ello.
Después de ver 3 cortos, porque para mí eso es un corto, sobre el fin del mundo o similares se apagaron las luces para dar comienzo a la película que realmente quería ver. Justo en ese momento, y no un minuto antes, entraron un grupo de unas 10 personas usando su móvil como linterna y buscando su asiento con la consiguiente molestia para los que ya estábamos allí sentados. ¿Lo hacen aposta? Mi mente calenturienta piensa que sí, y son los más saben porque así no le cuentan el final de los próximos estrenos.

Pero lo que realmente me molesta de esas personas es que me inquieta pensar que al entrar me haya equivocado de asiento y me haya sentado en el de alguno de esos impuntuales. Nunca pasa o casi nunca, pero siempre te imaginas que esa persona te dice el tan temido: “Perdona, creo que estás en mí sitio”. Uf… ¡no quiero ni pensarlo! Una vez yo estuve a punto de hacerlo, pero cuando iba a echar a una pobre familia de sus asientos me percaté que me había confundido yo… pero de sala. 

¿Qué podía hacer en ese momento? Sólo me quedaba salir, guiándome con la luz de mi teléfono, con la mayor dignidad posible si es que en ese momento me queda alguna. 

En fin, tanto bochorno me ha quitado las ganas de seguir quejándome así que me despido de vosotros por esta semana, no sin antes recomendaros una buena sesión de cine para pasar el síndrome post-vacacional que muchos estaréis sufriendo. 
Si hicierais como yo que tomo las vacaciones en septiembre me encontraría los destinos de veraneo llenos, así que seguid así que lo hacéis muy bien. ¡Gracias por leerme!

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