lunes, 5 de agosto de 2013

El día que casi pierdo el pie

Me alegra ver que habéis vuelto a visitar “En el drama de mi vida”, la razón por la que os levantáis cada lunes con una sonrisa de oreja a oreja y pletóricos de felicidad. No temáis porque yo no os abandonaré durante el mes de Agosto como si han hecho otros…
Siento que tengo la misión de levantaros la moral al comienzo de cada semana y no puedo abandonaros a vuestra suerte mientras yo disfruto de unos días de merecidas vacaciones, es probable que en Septiembre desconecte unos días pero me habré asegurado que todos los demás hayan vuelto para que el látigo de mi ausencia no os golpee demasiado fuerte. 
Recuerdo mi primer año de universidad cuando me tocó quedarme estudiando en verano, porque hasta ese momento no había tenido el “placer” de conocer lo que es una gran ciudad vacía salvo en alguna noche de derbi futbolístico o momentos puntuales de igual calibre.
Los mayores me habían contado que era muy deprimente porque todo se quedaba vacío, muchas tiendas cerraban y el calor se hacía insoportable. Con el tiempo descubrí que lo único insoportable de trabajar en verano era encender la televisión y no ver más que reposiciones, todo lo demás es maravilloso.
Pero esta semana no quiero hablar de ello, ni siquiera quiero recordar más ventajas de no veranear en Agosto como que por ejemplo en las oficinas el único trabajo que hay consiste en mirar la prensa y esperar a mediodía para volver a casa. Esta semana estoy desolada y todo por culpa de una herida, si de esas que te cortas y sangras… no hablo de una herida en el alma ni ninguna tontería por el estilo.
Todo sucedió de una forma tan estúpida que hasta me avergüenza explicarlo, la cuestión es que mi felicidad se vio truncada en cuestión de segundos por culpa de mi… digamos poca delicadeza en determinadas situaciones. Para los mal pensados, la herida se produjo en el pulgar de uno de mis pies y ello me inmovilizó varios días que para mí fueron como meses, por no decir que me tuve que abstener de bajar a la piscina para evitar empeorar las cosas. 
Bueno, puede que haya exagerado un poco con la imagen, pero tampoco tanto ¿eh? Porque la cosa no acababa ahí, mientras mi cuerpo luchaba a contrarreloj para volver a la normalidad, tuve que olvidarme de llevar sandalias para calzarme zapatos más cómodos pero nada apropiados teniendo en cuenta el calor que hace ahí fuera. 
Hubo momentos en los que pensaba que jamás volvería a andar, aunque después de todo me había hecho un corte estúpido en el pie y para colmo tenía que llevar botas en verano, ¡con lo que yo critiqué a Sara Carbonero en su día por hacer lo mismo! Así que cualquier otra cosa que me pasara estaba segura que sería menos grave que todo aquello. 
Sé que os morís de ganas por ver qué clase de tragedia asoló a mi pobre pie, pero temo que la gravedad del asunto os llegue a ese corazoncito que tenéis y acabéis abriendo una cuenta en el banco para costear algún caro tratamiento 
Además ya no lo necesito, no sé si fue mi visita fugaz a Lourdes o mi amenaza a un calvo para poder restregar mí herida sobre su cabeza, la cuestión es que un día me levanté y pude volver a caminar. 
La desgracia vivida en estos últimos días me ha hecho aprender una valiosa lección: jamás te hagas la pedicura mientras ves ‘Policías en acción’ y no pones atención a tu pie. 
Aunque para valiosa lección la que aprendéis aquí cada semana, sé que volveré a veros pronto. ¡Gracias por leerme!

No hay comentarios:

Publicar un comentario