Bienvenidos una semana mas a En el drama de mi vida. La semana pasada no me olvidé de vosotros, jamás lo hago, pero estuve luchando por sobrevivir y no tuve tiempo de terminar y publicar la entrada que tenía preparada por san Valentín. Ahora sería absurdo hacerlo porque ya pasaron muchos días, así que la dejaré en el limbo de entradas en borrador por si el próximo año por estas fechas decido terminarla y compartirla.
A lo que iba, estos días atrás he pasado por varios tipos de dolencias pero como dice el refrán: "Bicho malo nunca muere" así que no debéis temer por mi salud. Rememoré la experiencia de pasar por urgencias, pero para hablar de ello necesitaría unas cuatro entrada así que dejaré los detalles para otra ocasión.
Pero os aseguro que lo peor de todo lo que me pasó fue quedarme afónica. ¿Sabéis lo que es no poder articular palabra? Yo pasé así dos días y casi reviento.
Sigo sin entender cómo pasé de una dolencia a otra, pero durante una semana mi cuerpo se convirtió en una orgía de virus, bacterias y demás cosas que dan asco y provocan fiebre a partes iguales. Cualquier cosa que pasara por allí era bienvenido por mi organismo así que en los últimos días cada mañana me levantaba con curiosidad para comprobar qué novedad me estaba atacando.
Finalmente terminé con una afonía que, unido a mi incontinencia verbal, me sigue acompañando a día de hoy para mi desgracia pero a la vez alivio de quienes pasan muchas horas a mi lado. La afonía conlleva principalmente la incapacidad de poder comunicarte con los demás, en mi caso también una tos que hacía que nadie quisiera sentarse a mi lado en el autobús, pero por otro lado el comportamiento de los demás hacia ti también se ve alterado.
Lo primero que vienen es la burla, la mofa hacia esa persona que intenta hablar con poco éxito, esto se puede hacer intentando que repita varias veces las cosas hasta que el enfermo se desespera al descubrir el vacile al que está siendo sometido, también se le puede comparar con personajes famosos como el padrino o Carmen de Mairena...
Pero esta fase termina tan pronto como los demás se acostumbran a tu nuevo tono de voz. Lo más común es que ese día en el trabajo te programen más reuniones que nunca, en las que te tocará hablar el doble ya que por cada cosa que digas alguien contestará:
-Perdona, ¿puedes repetirlo? es que no te he entendido.
-Sin problema, cómo no.
Yo creo que cuando ya se dan cuenta que estás mal de verdad intentan empatizar tanto contigo que cuando hablas (o al menos intentas hablar) te das cuenta cómo tu interlocutor va adaptando poco a poco su tono de voz hasta acabar coincidiendo con el tuyo.
Ahora podréis entender mejor por que la semana pasada no tuve ni medio minuto para terminar mi entrada y compartirla con todos vosotros, entre lo grogui que me dejaron tantas medicinas y el miedo a que si salía del sofá pudiera contagiarme de algo nuevo me hizo pasar bajo las mantas varios días poniéndome al día del mundo de la farándula, que lo tenía muy abandonado.
Antes de marcharme, y coincidiendo que acabamos de celebrar un nuevo aniversario del "23-F", quiero compartir el siguiente vídeo que me ha hecho muchísima gracia y seguro que a vosotros también.
¡Gracias por leerme!
¡¡Oye qué puntazo lo del Juego Ochentero!! ¡¡jijijijiji!!
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