lunes, 15 de julio de 2013

Redecorando mi vida (I)

Os doy la bienvenida una vez más a “En el drama de mi vida”. Si es tu primera vez en este blog te advierto que es adictivo, así que tengo la total convicción  de que te veré por aquí la próxima semana.
Os quería contar que durante la última semana he experimentado lo que es realizar una mudanza ¡qué insensatez! Era mi primera vez, era joven e inexperta y nadie me había avisado de esto, pero ha servido para hacerme ver que jamás volveré a mudarme a no ser que sea totalmente necesario.
Si ya se hace difícil hacer un equipaje para irte unos días, imagínate si tienes que empaquetar todos tus recuerdos en cajas. Descubres que tienes tanta ropa en el armario que podrías crear tu propio imperio Inditex,  zapatos que te hacen preguntarte si alguna vez te los volverás a  poner porque te hacían daño pero es que son tan monos que los guardas por un “por si acaso”.
Cuando vas por la tercera caja te sientas, meditas y llegas a la conclusión que como sigas a ese ritmo vas a necesitar otra casa únicamente para almacenar la ropa de invierno, así que empieza uno de los momentos más duros para la vida de cualquier persona con sentimientos: deshacerte de las cosas que no usas.
Y no, no me vale decir que conservo esta camiseta porque oye, quién sabe qué día puede dejar de parecerme un horror y me la pongo…
¡No! hay que echarle valor y echar en una bolsa todo aquello que, sinceramente, sabemos que no nos pondremos al menos hasta dentro de unos años que vuelva a ponerse de moda. No me miréis así porque hace 10 años me dicen que voy a llevar pitillos y me echo a llorar sin consuelo.
Cuando terminas de embalar la ropa y demás enseres personales te percatas de la cantidad de cosas que se utilizan en la casa pero no eres consciente de ello. ¿Y cuándo dices que ocurre eso? Cuando estás instalado en tu nuevo piso, decides que te apetece cenar algo de pasta (un básico en toda cena “exprés”) y piensas que no tienes ni un miserable cazo en el que hervir los macarrones. Es más ¡no tienes ni los macarrones!
Intentas que el pánico no se apodere de tu ser mientras decides si lamer uno de los 15 pares de zapatos que tienes en cajas en el salón, porque finalmente no fuiste capaz de deshacerte de ninguno,  o volver a bajar al bar más cercano a ver si picas algo.  Si nunca te has mudado he de decirte que la cocina no la estrenas hasta varios días después...
De todas formas eso no es lo peor, da más rabia observar que no tienes ni una sábana con la que arroparte porque no lo considerarte necesario en su momento. Buscas al lado de la consola y la tele, algo imprescindible si te mudas con un hombre, y respiras aliviado al comprobar que al menos puedes taparte con una toalla... o con el cartón de alguna caja.
¿Y qué me decís del traslado? Siempre es bueno engañar a algún amigo prometiéndole invitarle a cenar, cosa que no compensa en absoluto, para que te ayude a transportar tus cosas.
Aquello parece más propio de la operación “Paso de estrecho” pero mantienes tu dignidad rezando porque no te vea nadie conocido mientras abandonas el barrio de toda tu vida.
Puedes tener la misma suerte que yo, que durante las primeras 24 horas de mudanza experimenté la rotura de la palanca de cambios de un coche y el reventón de la rueda del coche que utilicé como coche de repuesto. Todo muy maravilloso.
Ahora tengo mi pisito lleno de cajas, pero no temáis porque la próxima semana os pondré al día de cómo ha ido evolucionando esta locura. Sé que la curiosidad os puede así que la semana que viene os veré puntuales, como siempre.
¡Gracias por leerme!

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