Bienvenidos una semana más a En el drama de mi vida, no os miento si confieso que me sorprendo de ver cómo seguís volviendo cada lunes sobre todo teniendo en cuenta que mis desvaríos van en aumento. Yo no soy nada sin vosotros y vosotros no sois nada sin mí, me temo que estamos condenados a entendernos.
Creo que alguna vez os he comentado (o si no lo habré soñado) cómo preparo cada una de mis publicaciones: pienso de qué demonios os voy a hablar, busco imágenes, vídeos y noticias relacionados con el tema elegido y por último ordeno mis ideas para que leerme no se convierta en un suplicio.
Estos días atrás no fueron una excepción y el viernes mi nueva entrada estaba prácticamente lista para darle al botón de Publicar y que todos disfrutarais de lo bueno, pero ese día descubrí algo que cambió mi vida: Todo el mundo, menos vosotros que ya sabéis que os adoro, es imbécil.
Entenderéis que tiene prioridad sobre cualquier otra cosa...
Como os comentaba todo empezó el viernes cuando yo salía de mi casa feliz y contenta porque esa tarde iba a echarme una siesta de esas que hacen historia, trabajar es algo que me agota y me pone de muy mal humor.
Llovía (vamos, cuatro gotas, tampoco os penséis que caía el diluvio universal) pero eso no era problema para mí porque la noche anterior mi amado Matías me lo avisó, así que yo me planté mi mejor estilismo para los días lluviosos tal y como mandan los cánones de la moda.
Cuando subí al autobús que me lleva al intercambiador donde tomo la lanzadera que finalmente me lleva al trabajo (vivir en una gran ciudad es maravilloso ¿verdad?) no imaginaba ni por asomo lo que se iba a complicar mi mañana, pero cuando a escasos metros del intercambiador observé con pavor que el tráfico se paraba me entró un sudor frío que no se me quitó hasta bien entrada la tarde.
Como vi que ya perdía la lanzadera que pensaba tomar y que como siguiera metida en ese autobús que no se movía iba a echar una mañana muy buena con aquel conductor tan majo, decidí apearme y completar los últimos metros caminando. Mi sorpresa fue que no vi ningún accidente ni nada que a simple vista justificara aquel atasco, sólo vi a un montón de conductores enfurecidos que tocaban el claxon sin parar como si aquello pudiera arreglar el tapón que se había formado, la crisis económica y el hambre en África.
Mi trayecto en la lanzadera no fue mucho mejor, para empezar la siguiente que debía pasar se perdió en alguna retención así que me tocó esperar bajo la lluvia mientras rezaba que el siguiente autobús apareciera.
Y cuando hizo acto de presencia fue para meterse de cabeza en otro atasco. Tardé 2 horas y 20 minutos en un trayecto que normalmente no supera los tres cuartos de hora, así que aproveché todo el tiempo que pasé recluida en autobuses para reflexionar sobre el tema de hoy: ¿qué ocurre para que cuando llueva se creen estas retenciones de tráfico tan impresionantes? Primero pensé que a nadie le gusta mojarse así que por ello cuando caen tres gotas muchos optan por ir a trabajar en coche cuando normalmente lo hacen en transporte público. Esa idea se esfumó rápidamente de mi cabeza porque el transporte público iba hasta los topes. ¿Será que nos multiplicamos con el mal tiempo?
Bueno, entonces será porque con la lluvia la adherencia de las ruedas es peor y se generan más accidentes de tráfico. Tampoco me vale, para empezar eso lo sabe cualquiera que haya aprobado el teórico (aunque a más de uno parezca que le regalaron la licencia en una tómbola) y que haya conducido más de una vez en su vida con agua en la carretera. Entiendo que la primera vez te pille desprevenido, pero las demás ya es vicio. Así que mi única conclusión es que la gente es imbécil, porque sí.
Porque yo creo que cuando un individuo cualquiera coge el coche una mañana y ve que llueve, piensa "Uy voy a frenar, que así se arregla todo" pero no, así sólo haces que el que va detrás de ti frene y así sucesivamente hasta que el atasco que has creado llega hasta los Pirineos. Y tu tienes ganas de saber quién es ese listo que en cada día de lluvia toma esa decisión tan estúpida y decirle un par de cosas de parte de las miles de personas que han perdido dos horas de su vida en la carretera
Así que ya sabéis, si sois ese imbécil que decide frenar cuando llueve pensároslo un par de veces antes de que colapséis el tráfico de vuestra ciudad.
Os dejo por hoy, no sin antes dejar que mi siguiente amigo recuerde a los más despistados que si no habéis cambiado la hora ¡¡no sé a qué esperáis!!
¡Gracias por leerme!
Como vi que ya perdía la lanzadera que pensaba tomar y que como siguiera metida en ese autobús que no se movía iba a echar una mañana muy buena con aquel conductor tan majo, decidí apearme y completar los últimos metros caminando. Mi sorpresa fue que no vi ningún accidente ni nada que a simple vista justificara aquel atasco, sólo vi a un montón de conductores enfurecidos que tocaban el claxon sin parar como si aquello pudiera arreglar el tapón que se había formado, la crisis económica y el hambre en África.
Mi trayecto en la lanzadera no fue mucho mejor, para empezar la siguiente que debía pasar se perdió en alguna retención así que me tocó esperar bajo la lluvia mientras rezaba que el siguiente autobús apareciera.
Y cuando hizo acto de presencia fue para meterse de cabeza en otro atasco. Tardé 2 horas y 20 minutos en un trayecto que normalmente no supera los tres cuartos de hora, así que aproveché todo el tiempo que pasé recluida en autobuses para reflexionar sobre el tema de hoy: ¿qué ocurre para que cuando llueva se creen estas retenciones de tráfico tan impresionantes? Primero pensé que a nadie le gusta mojarse así que por ello cuando caen tres gotas muchos optan por ir a trabajar en coche cuando normalmente lo hacen en transporte público. Esa idea se esfumó rápidamente de mi cabeza porque el transporte público iba hasta los topes. ¿Será que nos multiplicamos con el mal tiempo?
Bueno, entonces será porque con la lluvia la adherencia de las ruedas es peor y se generan más accidentes de tráfico. Tampoco me vale, para empezar eso lo sabe cualquiera que haya aprobado el teórico (aunque a más de uno parezca que le regalaron la licencia en una tómbola) y que haya conducido más de una vez en su vida con agua en la carretera. Entiendo que la primera vez te pille desprevenido, pero las demás ya es vicio. Así que mi única conclusión es que la gente es imbécil, porque sí.
Porque yo creo que cuando un individuo cualquiera coge el coche una mañana y ve que llueve, piensa "Uy voy a frenar, que así se arregla todo" pero no, así sólo haces que el que va detrás de ti frene y así sucesivamente hasta que el atasco que has creado llega hasta los Pirineos. Y tu tienes ganas de saber quién es ese listo que en cada día de lluvia toma esa decisión tan estúpida y decirle un par de cosas de parte de las miles de personas que han perdido dos horas de su vida en la carretera
Así que ya sabéis, si sois ese imbécil que decide frenar cuando llueve pensároslo un par de veces antes de que colapséis el tráfico de vuestra ciudad.
Os dejo por hoy, no sin antes dejar que mi siguiente amigo recuerde a los más despistados que si no habéis cambiado la hora ¡¡no sé a qué esperáis!!
¡Gracias por leerme!