domingo, 14 de abril de 2013

Todo queda en familia

Estimados y fieles lectores, me gustaría pediros disculpas antes de nada porque mi última entrada (si no la habéis leído, no se a qué demonios esperáis ) quedó algo política. Eso es algo que prometí que no haría en este blog, pero os he demostrado que hasta la persona que más admiráis os puede traicionar así que no os quejéis porque os acabo de enseñar una valiosa lección. Ya me daréis las gracias en los comentarios, aunque os noto algo tímidos, ¡¡si se puede hacer de manera anónima!!
De todas formas, si en algún momento de vuestra existencia sentís la necesitáis la necesidad de poner parte de vuestro destino en las manos de alguien, os recomiendo que lo hagáis en la familia:
La familia será el tema de esta semana, puede que el título os diera alguna pista, y es que gracias a las redes sociales me he acercado a ese grupo de personas que, además de compartir parte de mis apellidos, vivieron conmigo un montón de buenos momentos que ahora son bonitos recuerdos.

La vuelta al pueblo en las últimas vacaciones hizo que me reencontrara con la mayoría de mis primos y, como es habitual en ese tipo de reuniones, pasamos todo el tiempo recordando anécdotas de la infancia y adolescencia. Esas cosas se suelen hacer con la excusa de contárselas a los que han ido llegando (parejas, hijos, ...), pero en el fondo lo hacemos porque nos encanta recordar aquellos años.
Por unas horas olvidamos que ya tenemos una edad, dejamos de pensar en el trabajo y las obligaciones para volver a ser unos niños sin mayor problema en la cabeza que decidir qué travesura íbamos a organizar aquel día. Durante varios días, me volví a sentir una adolescente que disfrutaba de la libertad que me daba el pueblo, donde podía hacer cosas que en la ciudad ni en sueños podía imaginar.

En mi caso, yo que era una niña de ciudad que apenas pisaba la calle, era llegar al pueblo y transformarme en un ser totalmente desconocido para mis padres. Recuerdo las excursiones a la tienda de golosinas frente a la casa de mis abuelos, que ríete tu de de la dieta sana y equilibrada... De hecho hace poco vi que la tienda había cerrado, y estoy convencida que con todo el dinero que gastamos allí de pequeños la señora que nos despachaba se compró  una isla privada en Bora Bora donde pasar tranquilamente su jubilación.
Aunque todo aquello en gran parte era culpa de los abuelos, "¿que no quieres comer lentejas y prefieres unos gusanitos? ¡pues cómete los gusanitos!", lo mejor es que a continuación te daban dinero para que fueras a la tienda a comprarlos. Y tu pensando que no hacía falta morir para conocer el cielo, hasta que tu madre hacía acto de presencia y te comías las lentejas al ritmo de sus capones. Un día tengo que hablar más detenidamente de los benditos abuelos, que al final era quienes se llevaban las broncas de los padres por consentirnos demasiado.
Si aquella dieta rica en regaliz y pica pica no era suficiente para matarnos de una úlcera, de pequeños nos jugábamos la vida jugando con fuego (y no es un decir, que aún recuerdo cuando me quemé el flequillo jugando con una vela) o poniendo nuestra vida en manos de nuestros primos mayores, que aunque nos sacaban unos 5 años pero en aquella época eran lo más, siendo el objeto de sus experimentos del tipo"¿metes la mano en ese agujero a ver qué pasa?". Y si tu primo mayor lo decía, no había peligro alguno porque tu primo tenía casi 13 años y estaba a punto de pasar al instituto. 
Luego creces y en vez de amargarle la vida a la vecina escondiéndole la fregona, decides que ya eres mayor para beberte tu primera copa de whisky marca "nisu" o fumarte tu primer cigarro en el que casi expulsas un pulmón del ataque de tos que te da. Eso si, antes de volver a casa tu primo mayor te dice que te comas un caramelo de menta que así tus padres no lo notan. Puede que no se percaten por el aliento, pero si entras chocando con cada pared que te encuentras y jurando que las nauseas son culpa de la pizza que has cenado... me temo que a tus padres poco le importará el aliento a clorofila que desprende tu boca.
Antes de despedirme esta semana tengo que dar las gracias a mi familia por haberme refrescado la memoria con anécdotas y recuerdos de la niñez, que han hecho posible esta entrada.
A ellos y a vosotros, ¡gracias por leerme!

2 comentarios:

  1. En tu caso tienes recuerdos hasta de Málaga a pesar de no haber vivido allí con nosotros!!

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  2. De todas las veces que te hemos contado todas las anécdotas ya es como si las hubieses vivido. ¡¡Ay ay ay qué recuerdos de infancia!!

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