-¡Callaos callaos, que ya
empieza! (Ding dong...) (Ding dong...)
-¿Esto son ya las campanadas?
-¡Abuela no! Son los cuartos,
sácate las uvas de la boca… (Ding dong...)
-Recordad que hay que levantar el
pie izquierdo del suelo, que da mala suerte (Ding dong...)
Y ahora, señoras y señores,
¡empiezan las 12 campanadas! (Dong)
-Abuela, ¡ahora! (Dong, dong)
-Ya me he sacado la uva niño,
avísame cuando toque (Dong)
-¡Que no, que eso era antes!
métete cuatro uvas de golpe, que vas mal (Dong)
-No no, mejor cinco (Dong, dong,
dong)
-¿Cuatro o cinco? (Dong)
-¡Todas abuela, todas! (Dong,
dong, dong)
¡Feliz años 2013 a todos!
Con esta cara:
Y varias uvas en el plato, das la
bienvenida a otro año sin entender como después de tanto tiempo te sigue
pasando lo mismo.
De repente un beso, a la altura
del oído que te deja sordo el resto de la noche, de tu tía-de-edad-indefinida
te despierta de esta reflexión.
-Hijo ¡Feliz año! ¿Pero aún no te
has comido las uvas? ¡Dame un beso, anda!
-Venga, vamos a brindar. Hay que
echar algo de oro en la copa...
Y tú, que no llevas nada de oro
ni siquiera una miserable pulsera de bisutería que pueda dar el pego, tienes
que beberte una copa de champan con
el anillo que te acaban de meter en el vaso y que no quieres imaginar la última
vez que vio el agua y el jabón.
Tras esta serie de rituales, y si
logras levantarte después de la cantidad ingente de comida que has ingerido, sólo
te quedan dos opciones: quedarte en casa para ver ese programa maravilloso de
actuaciones musicales que repiten año tras año, o salir a alguna fiesta que
sabes que la probabilidad de que te metan garrafón es del 99 %.
Yo únicamente espero que tengáis un feliz 2013, y que sigáis
siéndome fieles. ¡Gracias por leerme!