Bienvenidos una semana mas a En el drama de mi vida, tras mis breve pero intenso periodo vacacional he vuelto tal y como os prometí para seguir quejándome de cada cosa que me ocurre.
Lo estáis deseando.
¿Qué tal os han ido estas semanas? A mi fenomenal aunque actualmente me encuentre inmersa en lo que se denomina "síndrome postvacacional", el cual hace que me sienta un ser solitario, miserable y extremadamente agotada. La jornada intensiva llega a su fin, cada vez dura menos el sol en la piscina y el moreno de mi piel se va difuminando a la vez que los presentadores sustitutos de la televisión se despiden hasta navidad. ¿Por qué lo bueno dura tan poco?
A pesar de ello, una parte de mí deseaba volver a la rutina en la que tan cómoda me siento. Lo que más odio de viajar es tener mis cosas desordenadas, así que tengo la necesidad de colocar mis enseres personales (ropa, zapatos, artículos de aseo, etc.) cada vez que llego a un hotel o casa que me acoga durante unos días. Necesito sentirme como en mi casa, necesito abrir el armario y ver mi ropa colgada en perchas sin que esté arrugada o repartida por toda la habitación
O ir al cuarto de baño sin necesidad de abrir el neceser para preguntarme si me he vuelto a olvidar la pasta de dientes.
Volviendo al tema de esta semana, supongo que no habré sido la última que ha odiado hasta la extenuación en anuncio del extra de verano de la ONCE.
¿A que acabasteis tarareando lo de "supergrande, gigante, dimensional ..." a pesar de odiar el anuncio? Me alegra no ser la única. Pero el tema no va de anuncios cansinos, va del efecto que tiene la lotería en general sobre nuestras vidas, me explico.
La primera vez que escuché este anuncio lo único que me vino a la cabeza es que si aún quedaba un mes para el sorteo, y ya no podía soportar la canción, la vida se me iba a pasar muy pero que muy lenta durante las próximas semanas.
En ningún momento se me pasó por la cabeza ir a comprar un cupón a ver si me tocaba ese premio tan "planetario, enorme, sensacional", lo prometo.
Pasaron los días hasta que un compañero de trabajo comentó que había comprado un cupón y que estaba convencido que le iba a tocar. ¿Perdona?
Ahora si que me habían entrado ganas de jugar y no con el dichoso anuncio, lo que me faltaba es que le tocara a quien trabaja a mi lado y yo haciendo el imbécil. "Yo también he comprado" respondí mientras me informaba qué día era el sorteo, buscaba dónde había un puesto de la ONCE cerca de mi casa y me ponía un aviso en el móvil.
No me miréis así porque a todos nos pasa lo mismo, y si no me diréis que en navidad compráis lotería porque os gusta el juego... Aquí todos compramos porque no queremos ni imaginar qué pasaría si toca el número que juegan en la oficina que todos llevan menos tú.
¿Sabes lo peor? Que todo somos iguales, esto se convierte en un círculo vicioso y al final te acabas gastando 200 € en lotería de los cuales como mucho te toca una pedrea que te hace tan feliz que no te paras a pensar que en el fondo acabas de perder 180 €.
Otra cosa muy típica que nos ocurre cuando compramos lotería (por que nos gusta jugar, claro que si) es que empezamos a imaginar lo que haríamos con toda esa pasta inmensa que nos puede tocar en un momento, y entramos en lo que yo denomino "fase y si": ¿y si me toca? me compro una casa que ya estoy harta del alquiler, ¿y si me toca? dejo de trabajar y me monto una empresa para no aburrirme, ¿y si me toca? doy la vuelta al mundo.
De repente sentimos un déjà vu con el cuento de la lechera y decimos aquello de "bueno, no quiero ilusionarme porque esto no toca casi nunca, y luego con lo que te quita Hacienda...", ¡pero mientes! En tu cabeza te sigues imaginando qué le vas a decir a tu jefe mientras le haces un calvo y firmas tu carta de renuncia.
Finalmente llega el día del sorteo y no te coincide ni un número pero, lo que es más importante, a tu compañero tampoco así que respiras tranquilo mientras rezas porque no le de por jugar todas las semanas al Euromillón o te acabarás arruinando.
Os dejo por hoy que la vuelta a la rutina me tiene agotada, pero no estéis tristes por que volveré pronto.
¡Gracias por leerme!
O ir al cuarto de baño sin necesidad de abrir el neceser para preguntarme si me he vuelto a olvidar la pasta de dientes.
Volviendo al tema de esta semana, supongo que no habré sido la última que ha odiado hasta la extenuación en anuncio del extra de verano de la ONCE.
La primera vez que escuché este anuncio lo único que me vino a la cabeza es que si aún quedaba un mes para el sorteo, y ya no podía soportar la canción, la vida se me iba a pasar muy pero que muy lenta durante las próximas semanas.
En ningún momento se me pasó por la cabeza ir a comprar un cupón a ver si me tocaba ese premio tan "planetario, enorme, sensacional", lo prometo.
Pasaron los días hasta que un compañero de trabajo comentó que había comprado un cupón y que estaba convencido que le iba a tocar. ¿Perdona?
Ahora si que me habían entrado ganas de jugar y no con el dichoso anuncio, lo que me faltaba es que le tocara a quien trabaja a mi lado y yo haciendo el imbécil. "Yo también he comprado" respondí mientras me informaba qué día era el sorteo, buscaba dónde había un puesto de la ONCE cerca de mi casa y me ponía un aviso en el móvil.
No me miréis así porque a todos nos pasa lo mismo, y si no me diréis que en navidad compráis lotería porque os gusta el juego... Aquí todos compramos porque no queremos ni imaginar qué pasaría si toca el número que juegan en la oficina que todos llevan menos tú.
¿Sabes lo peor? Que todo somos iguales, esto se convierte en un círculo vicioso y al final te acabas gastando 200 € en lotería de los cuales como mucho te toca una pedrea que te hace tan feliz que no te paras a pensar que en el fondo acabas de perder 180 €.
Otra cosa muy típica que nos ocurre cuando compramos lotería (por que nos gusta jugar, claro que si) es que empezamos a imaginar lo que haríamos con toda esa pasta inmensa que nos puede tocar en un momento, y entramos en lo que yo denomino "fase y si": ¿y si me toca? me compro una casa que ya estoy harta del alquiler, ¿y si me toca? dejo de trabajar y me monto una empresa para no aburrirme, ¿y si me toca? doy la vuelta al mundo.
De repente sentimos un déjà vu con el cuento de la lechera y decimos aquello de "bueno, no quiero ilusionarme porque esto no toca casi nunca, y luego con lo que te quita Hacienda...", ¡pero mientes! En tu cabeza te sigues imaginando qué le vas a decir a tu jefe mientras le haces un calvo y firmas tu carta de renuncia.
Finalmente llega el día del sorteo y no te coincide ni un número pero, lo que es más importante, a tu compañero tampoco así que respiras tranquilo mientras rezas porque no le de por jugar todas las semanas al Euromillón o te acabarás arruinando.
Os dejo por hoy que la vuelta a la rutina me tiene agotada, pero no estéis tristes por que volveré pronto.
¡Gracias por leerme!